jueves, 29 de enero de 2015

El pirata Cabrón y la épica conquista castellana de las Islas Canarias


                                          Cuadro "La fundación Santa Cruz de Tenerife"

En la invasión de Gran Canaria, un ejército castellano se impuso a una fuerza de miles de guanches. La superioridad de la caballería fue determinante, frente a una enconada resistencia que dejó sin dientes al mismísimo hombre que da nombre al insulto.


Hubo un tiempo en el que las Islas Canarias, llamadas así por los romanos al hallar grandes mastines en sus tierras (algo que la arqueología no ha podido demostrar), era un lugar casi mitológico poblado por los guanches: nativos de gran altura, cabellos rubios, ojos claros y avanzadas técnicas de astronomía. Un paraíso cuya importancia geográfica –redescubierta con la apertura de las grandes rutas marítimas– lo convirtió en objeto de deseo de españoles, italianos, franceses y portugueses. Durante casi 100 años, Castilla acometió una hercúlea campaña militar para someter a su fiera población local, que llegó a su conclusión en 1496. Hasta entonces, ni siquiera las acciones militares del mítico pirata Pedro Fernández Cabrón, quien regresó a su Cádiz natal con la boca torcida a causa de una pedrada de un guanche, pudo amansar la resistencia local.

La larga duración de la conquista de las Canarias se explica por la dificultad de reducir a una población especialmente belicosa y por las distintas realidades de cada isla. Lo que allí pudieran encontrarse los europeos de finales de la Edad Media era un misterio, puesto que durante mil años, entre los siglos IV y XIV, las islas desaparecieron de la historia. Así, los primeros que renovaron el interés por unas tierras mencionadas por griegos y romanos fueron los navegantes mallorquines, portugueses y genoveses que empezaron a visitarlas con cierta frecuencia a partir del siglo XIV. No en vano, en 1402 comenzaron los intentos por establecer colonias permanentes. El barón normando Jean de Bethencourt desembarcó con 53 hombres en Lanzarote en busca de orchilla, un colorante natural para teñir tejidos (con las mismas propiedades de la cochinilla americana). Aunque sus esfuerzos corrían por iniciativa particular, la falta de recursos obligó al normando a entregar sus conquistas al Rey de Castilla.

Con el dominio de Lanzarote, Fuerteventura, el Hierro y la Gomera, los Reyes Católicos se plantearon en 1478 tomar posesión de las islas más grandes y peligrosas: Gran Canaria, La Palma y Tenerife. Comenzó entonces la fase más épica y sangrienta de la conquista de las Islas Afortunadas. Tras varias intentonas que fracasaron por la escasez de tropas, los Reyes designaron al capitán aragonés Juan Rejón para encabezar una expedición de 650 soldados castellanos con el objetivo de anexionar Gran Canaria –un territorio poblado por casi 40.000 habitantes– ya fuera de forma pacífica o militar. Poco después de desembarcar en la isla, 2.000 guerreros cayeron sobre Rejón en lo que parecía una masacre sin remedio. No obstante, los guanches cometieron el error de presentar un ataque campal, en vez de aprovechar su conocimiento de la geografía para hostigar a los castellanos. La caballería europea mató durante su carga a 300 nativos, que usaban como armamento piedras y lanzas de madera. La exitosa aventura de Rejón se completó meses después con el hundimiento de una flota portugués que trataba de establecer una colonia.

Fernández Cabrón da nombre al insulto
El carácter rudo y despótico de Rejón provocó una lucha interna que terminó en la expulsión del capitán aragonés con rumbo a España. Sin embargo, los Reyes Católicos tomaron parte por Rejón y le enviaron de vuelta a la isla junto a 400 soldados y el pirata Pedro Fernández Cabrón. Este oscuro personaje gaditano –cuyo nombre se empezó a utilizarse como término despectivo a raíz de sus maldades– fue destinado a abrir un nuevo frente al sur de Gran Canaria. Cabrón, al frente de 300 hombres, se internó hasta la caldera de Tirajana, donde sufrieron una emboscada a base de pedradas. Los guanches mataron así a más de 200 castellanos y dejaron con la boca torcida al pirata y esclavista gaditano, que perdió la mayor parte de los dientes.

Tras un nuevo complot contra Rejón que acabó con la ejecución de uno de los cabecillas, los Reyes Católicos se convencieron de enviar a un capitán que no fuera cuestionado con tanta frecuencia. El 18 de agosto de 1480 alcanzó la isla Pedro de Vera con un nuevo refuerzo de 170 hombres. Sus primeras acciones, sin embargo, acabaron en sonadas derrotas contra los nativos que, desde la escabechina que sufrió Cabrón y sus hombres, habían tomado la medida a los españoles.

Flores atacó a caballo, pero Doramás desmontó al castellano con su espada de madera
Dispuesto a acabar con el espíritu guerrero de los guanches, Vera atacó a su líder, el fiero Doramás, en la zona de Arucas. En inferioridad numérica –los castellanos, como haría décadas después Hernán Cortés en la batalla de Otumba contra los aztecas– sabían que sus posibilidades de vencer pasaban por abatir al líder guanche al principio del combate. Las crónicas citan que un jinete llamado Juan de Flores le atacó con su lanza desde el caballo, pero Doramás desmontó al castellano con su espada de madera quemada y le abrió la cabeza. A continuación, el guanche desarmó también a un ballestero llamado Pedro López y se dirigió hacia el capitán Vera. Uno de sus hombres de confianza, Diego de Hoces, consiguió alcanzarle un tajo a Doramás, quien se revolvió y le partió la pierna al español. Finalmente, fue el propio Vera quien acometió una lanzada mortal en el pecho del líder nativo.
La muerte de Doramás abrió las puertas al avance castellano. Con el colapso de la resistencia guanche en 1483, una horda de 600 guerreros y 1.000 mujeres se internó en la isla en un desesperado éxodo. La dureza del terreno hizo que este grupo no tardara en dispersarse en busca de alimentos, dejando vía libre al dominio español.

La Palma y Tenerife: una guerra escarpada
El siguiente objetivo marcado por los Reyes Católicos fue la isla de La Palma y el capitán elegido para esta empresa Alonso Hernández de Lugo, quien había remplazado a Pedro de Vera tras los episodios de crueldad protagonizados por éste durante una sublevación en La Gomera. No en vano, la isla vecina presentaba, en principio, menos obstáculos: su población solo era de 2.000 personas y estaba fragmentada en 12 reinos. Así, salvo uno de estos reinos –el situado en la Caldera de Taburiente–, todos fueron derrotados o se rindieron al poco tiempo de desembarcar Hernández de Lugo en 1492. El último rey resistió con solo 100 hombres las acometidas castellanas, ayudado por lo escarpado del terreno. De hecho, el capitán español solo pudo vencer al nativo usando una treta. Lugo invitó al rey local a parlamentar, y cuando salió de su posición elevada lo prendió por sorpresa. Como era habitual entre estos jefes tribales, el preso se suicidó por inanición cuando viajaba a la península Ibérica.


Hacia 1493, todas las islas del archipiélago estaban ya bajo mando castellano, salvo la isla de Tenerife. Las tropas castellanas de Alonso Hernández de Lugo se encontraron con una resistencia mayor de la esperada en esta isla. Cuando los castellanos regresaban del barranco del Acentejo con un abundante ganado capturado a los guanches, un ejército nativo mandado por el jefe tribal Bencomo emboscó a los castellanos. El enfrentamiento contra los españoles –asistidos por aborígenes de Lanzarote, Fuerteventura y Gran Canaria– comenzó con la estampida del ganado, sembrando el caos en las filas castellanas. La jornada se saldó con 900 bajas españolas y cientos de heridos, entre ellos el propio Lugo con la cara destrozada por una piedra.

Sin embargo, Alonso Hernández de Lugo supo rehacerse de la derrota en los siguientes meses y recuperó su fuerza original gracias a refuerzos. Al contrario, Bencomo se aferró a su superioridad numérica y comenzó a tomar riesgos excesivos. En noviembre de ese mismo año, el líder guanche presentó batalla campal en el llano de Aguere. La caballería castellana contuvo la habitual lluvia de piedras el tiempo suficiente como para que 600 canarios aliados de los españoles aparecieran por sorpresa en la retaguardia de los guanches. La derrota nativa quedó sellada tras esta batalla, la cual desató una epidemia de peste letal para la población local. La conquista finalizó oficialmente con la Paz de Los Realejos de 1496, aunque algunos indígenas mantuvieron focos de resistencia en las cumbres hasta avanzado el siglo XVI.

(ABC)

martes, 27 de enero de 2015

Orden al Mérito de Saboya





Instituída en 1988 por S.A.R. el Príncipe Real Víctor Manuel, para recompensar méritos contraídos con la Casa de Saboya. 

Se confiere en 5 grados a varones y en 3 a damas. Hasta mayo del año 2000 se habían concedido 1453 insignias.
Recoge la tradición de la Orden de la Corona de Italia, establecida en su momento por el rey Vittorio Emanuele II, para premiar s todos aquellos que se distinguieron por su lucha a favor del recién creado  Reino de Italia.




La insignia es similar a la de la Orden Civil de Saboya.
Está compuesta en el anverso, de una cruz de esmalte blanco, con un medallón central azul cargado con el monograma en oro VE. 
El reverso muestra la inscripción:  "Al Mérito. 1988"En las clases  de oficial y caballero, la insignia va rematada por una corona de oro. 
La clase de Gran Cruz, está rematada por una corona real de oro, y cada uno de los brazos de la cruz muestra una corona


domingo, 18 de enero de 2015

ORDEN DEL ESPÍRITU SANTO




La Orden del Espíritu Santo (Ordre du Saint-Esprit) fue, durante más de
dos siglos y medio, una orden de caballería prestigiosa al servicio de la Monarquía Francesa entre 1578 y 1791, y de 1814 a 1830.
 Su importancia y prestigio fue grande en Europa hasta el punto de figurar entre otras prestigiosas ordenes de caballería de primer rango como la del Toisón de Oro (fundada en Borgoña en 1430) y la de la Jarretera (fundada en Inglaterra en 1348).
Fue en plena época de las guerras de religión o guerra civil
francesa, cuando el rey Enrique III de Francia -último representante
varón de la Casa de Valois-Angulema- fundó la Orden del Espíritu Santo,
cuyo doble objetivo era el de honrar a Dios y reunir entorno al trono a
un buen número de caballeros leales a la Corona, en un intento de poner
en jaque a los miembros de la Liga concentrados en torno al Duque de
Guisa, su rival que le disputaba el poder y acariciaba la idea de
destronarle y coronarse rey.
También respondía a la necesidad del rey de crear una orden que
sustituyera la de San-Miguel, creada por Luis XI en 1469, y cuyo
desprestigio se había producido por una concesión indiscriminada hasta
el punto que muchos grandes señores habían rechazado recibirla, a lo
largo del siglo XVI.
La fundación de la orden se produjo el 31 de diciembre de 1578, día
del Pentecostés, por la que el rey sentía gran devoción, y en recuerdo
a su ascención como rey de Polonia (11 de mayo de 1573) y finalmente
como rey de Francia (30 de mayo de 1574).
Enrique III dispuso que la vieja Orden de San-Miguel fuera integrada
en la nueva orden creada por él, quedando patente en la cruz de ocho
puntas con su anverso decorado con la paloma blanca que simboliza el
Espíritu Santo, y con su reverso decorado con la figura del Arcángel
San Miguel abatiendo al Demonio.
Sin embargo, la Orden de San-Miguel se siguió concediendo a
eminentes figuras de las Bellas Artes y Letras de Francia, y a sus
receptores se les conocían como "Caballeros del Cordón Negro", ya que la banda de la Orden creada por Luis XI era de muaré negro desde el 12 de enero de 1666.
.

Mientras que a los caballeros de la Orden del Espíritu Santo se les conocía como"Cordon Bleu" (cordón azul), puesto que la banda era de muaré azul.
Inicialmente reservada a los más altos dignatarios del reino, fue el
primer monarca de la Casa de Borbón, Enrique IV, quien permitió a un
restringido número de monarcas y grandes señores extranjeros de
confesión católica a ingresar en la orden. Un impuesto específico
conocido como Marco de Oro, fue instaurado para financiar las
necesidades de la Orden cuya sede se situaba en el Convento de los
Grandes Agustinos en París. Su divisa era: "Duce et Auspice".
Suprimida en 1791, durante la Revolución Francesa, junto con otras
órdenes de caballería, la Orden del Espíritu Santo fue restablecida en
1814 por el rey Luis XVIII y definitivamente abolida por Luis-Felipe I
en 1830.
Pese a todo, siguió siendo llevada y concedida por diversos pretendientes al trono de Francia.
Organización
La Orden era dotada de la personalidad moral, lo que permitía
al soberano utilizarla para levar préstamos. La dirección era reservada
al rey, único soberano y gran maestre de la Orden. Su administración
era confiada a varios oficiales, siendo los más importantes los
comendadores. Se distinguían varias clases entre sus miembros:
-los Caballeros: no rebasaban el centenar, siendo escogidos
entre la más alta nobleza del reino. El rey podía escoger teóricamente
a cualquier noble que pudiera dar pruebas de tres grados de nobleza
(eso es, tres generaciones nobles en sus ascendencias paternas y
maternas); los de nobleza de reciente creación eran naturalmente
excluídos. Para ser caballero de la Orden del Espíritu Santo, se tenía
que pertenecer previamente a la Orden de San-Miguel -integrada en la
del Espíritu Santo desde el reinado de Enrique III-. Por ello,
generalmente, se conocían a los caballeros de la Orden del Espíritu
Santo como "Caballeros de las Ordenes del Rey".
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Entre los agraciados, se cuentan a innumerables miembros de las familias ducales francesas.
Los Comendadores: eran ocho eclesiásticos. La Orden debía
contar en su orígen con cuatro cardenales o arzobispos y cuatro
obispos, aunque esta disposición no siempre fue respetada a rajatabla.
El Gran Limosnero de Francia era comendador-nato de la Orden y, por
tanto, no era tomado en cuenta entre los ocho comendadores. Los
comendadores, por su pertenencia al Clero, no podían ser Caballeros de
la Orden de San-Miguel.
Los Comendadores-oficiales: se trataba de los cuatro altos
oficiales de la Orden, como los caballeros y también eran Caballeros de
la Orden de San-Miguel. Los cuatro comendadores-oficiales eran:
El Canciller y Guardián de los Sellos.
El Preboste y Maestro de Ceremonias.
El Gran Tesorero.
-el Secretario.
Para éstos no existía condición alguna de nobleza, por lo que el rey
podía utilizar esas funciones para honrar a personas de nobleza
reciente o de nuevo cuño. Los ejemplos más conocidos fueron los
ministros Colbert y Le Tellier, o el rico financiero Antoine Crozat,
titular del marquesado du Châtel creado para él por Luis XIV, y que fue
Gran Tesorero de la Orden. Estos cargos podían, sin embargo, ser
ejercidos por los caballeros o comendadores eclesiásticos. Por
tradición y remontando a Guillaume Pot de Rhodes, el Preboste y Maestro
de Ceremonias debía demostrar sus ascendencias nobles como los
caballeros.
La insignia de la Orden se asemeja a la célebre Cruz de Malta, de
cuatro brazos y terminados en ocho puntas. Entre los cuatro brazos de
la cruz, una flor de lis. En el centro, una paloma con las alas
desplegadas y la cabeza mirando hacia abajo.
Durante las ceremonias, la cruz de los oficiales y de los
comendadores-oficiales era colgada a un collar de oro y esmaltes, cuyos
eslabones unían diferentes motivos intercalados: flores de lis,
monograma real coronado del rey Enrique III y Trofeos de Armas. Pero,
por norma, la cruz solía colgar de una amplia cinta de muaré azul cielo
llevada al cuello
Los caballeros llevaban dicha cinta en bandolera, cruzándoles el torso
de derecha a izquierda, y anudada a la cruz a la altura de la cadera.
Por otro lado, tanto caballeros como comendadores llevaban una gran
cruz del Espíritu Santo bordada en hilo de plata o lentejuelas y cosida
sobre el pecho, a la altura del corazón.
Durante las solemnes ceremonias, los caballeros revestían el gran
manto de terciopelo negro sembrado de llamas bordadas en plata cosidas,
y bordeado por motivos que reproducían los del gran collar, y doblado
de satén color "fuego" -naranja-.
Los novicios, aspirantes a caballeros de la Orden, solían llevar un
jubón de seda y satén blanco combinado con encaje de hilo de plata,
corbata de encaje, calzones cortos, medias de seda y jarreteras
blancas, con zapatos blancos de punta negra y tacón rojo (el tacón rojo
era privilegio de los reyes, príncipes y duques y pares del Reino),
completado por una capa corta de terciopelo negro con encaje de plata y
sombrero negro a juego y emplumado.
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El Delfín y los Infantes de Francia eran Caballeros de la Orden por
derecho de nacimiento pero no podían ser recibidos oficialmente hasta
cumplir los doce años de edad. Los Príncipes de la Sangre eran
admitidos a los 16 años y los Príncipes extranjeros a partir de los 25.
Para el resto de los caballeros y dignatarios de la Orden, era
menester tener más de 35 años de edad para ingresar en ella. Las
mujeres eran naturalmente excluídas.
Celebraciones
La primera ceremonia solemne de la Orden se produjo en su
sede, la Iglesia de los Grandes Agustinos de París, el 31 de diciembre
de 1578, fecha de su fundación. Se celebraba anualmente y con toda la
pompa que aquello acarreaba: reunión, celebración de una misa,
recepción de los nuevos caballeros, juramentos, procesión y banquete.
Es a partir del reinado de Luis XIV cuando se fija una nueva fecha
para las ceremonias anuales: el 1 de enero. Con el traslado de la corte
y de la Familia Real a Versailles, las celebraciones de la Orden
acontecen, a partir de aquel momento, en la Capilla Real de San-Luis de
Versailles.
Cuando el Rey imponía el gran collar al caballero, en el momento de
la recepción, se le daba también un libro de horas y un rosario con
cuentas de marfil, y la obligación implícita de recitar diez oraciones
cada día.
Los Reyes Grandes Maestres:
Sus Grandes Maestres fueron:
-Enrique III, Rey de Francia, de 1578 a 1589.
-Enrique IV, Rey de Francia y de Navarra, de 1589 a 1610.
-Luis XIII, Rey de Francia y de Navarra, de 1610 a 1643.
-Luis XIV, Rey de Francia y de Navarra, de 1643 a 1715.
-Luis XV, Rey de Francia y de Navarra, de 1715 a 1774.
-Luis XVI, Rey de Francia y de Navarra, de 1774 a 1791.

sábado, 17 de enero de 2015

Pedro Fernández de Velasco. Un ilustre español.



velasco
Don Pedro Fernandez de Velasco, hijo de otro D. Pedro, Conde de Haro, y de Doña Beatriz Manrique, nació, según puede colegirse, en Búrgos el año de 1425. Su padre, sugeto respetable en Castilla por su linage, por su valor y poderío, y por la autoridad de su consejo, le educó conforme á su calidad y circunstancias. Instruido en las letras humanas, pasó á exercitarse en el arte de la guerra, en el que se hizo famoso aun antes de salir de la patria potestad. Fuera de ella, y casado ya con Doña Mencía de Mendoza, hija de D. Íñigo López de Mendoza, Marques de Santillana, mereció tanto la estimación de D. Juan II, que á pesar de no serle afecto su gran privado D. Alvaro de Luna, jamas se trató de negocios de armas que no se contase con él. Principal caudillo de mucha gente que en ocasiones mantenía su padre en defensa del Estado, se manejó con tal cordura, que, como dice un cronista de su tiempo, apénas fizo cosa que de notársele fuera.
Aunque amigo de sus amigos D. Pedro Fernandez de Velasco, no lo era de modo que, como le censuraron algunos, le apartase la amistad de sus deberes. Quando se le motejaba de apasionado del Almirante D. Fadrique, se le vió en Olmedo trabajar al lado de su padre por templar su acaloramiento contra la privanza de D. Alvaro de Luna, que él mismo no aprobaba; y no pudiendo reducirle, ni apartarle de la facción del Rey de Navarra y del Infante D. Henrique, peleó vigorosamente contra todos, y como buen vasallo celebró su derrota y la prisión del Almirante; y aunque después hizo grandes sacrificios por reparar su desgracia, fue uno de los que mas contribuyeron á destruirle. Esta conducta, que le puso á cubierto de toda censura, y de la que no podía desentenderse la Corte, le hizo un lugar muy distinguido en el corazón del Rey, y desarmó á la malicia de sus contrarios. Con todo, el poder de D. Alvaro de Luna le privó de muchas satisfacciones de que era digno, y que no pudo disfrutar hasta el reynado de D. Henrique IV.
Exaltado al trono este Príncipe, la casa de Velasco, que había mediado entre él y su padre para terminar sus ruidosas desavenencias, fue tratada con singular estimación; y su primogénito D. Pedro, á quien D. Henrique amaba particularmente, se hizo dueño de su confianza, y procuró conservarla á toda costa. Dispuesto siempre á complacer al Rey en la Corte, lo estaba igualmente á salir á la campaña, y á rehusar el reposo mientras no veía levantar el campo al enemigo. Su constancia era inimitable: herido en un encuentro por los Moros de Granada, sin acabar de curarse, se vengó haciendo estragos en los de Gibraltar y Archidona, quando estas plazas se rindieron á las armas de Castilla. Era tal su odio á los Mahometanos que le hacia temerario; y por mas que su suegro, el Marques de Santillana, se lo había hecho conocer, siendo bien jóven, en la toma de la plaza de Hüelma, difícilmente podia contenerse y casi siempre arriesgaba su vida ó su libertad quando peleaba con ellos.
Pasados los primeros años del reynado de D. Henrique, se comenzó a turbar la paz de sus vasallos. Descontentos algunos de su gobierno, le negaron la obediencia, y proclamaron escandalosamente en Ávila á su hermano D. Alfonso. Entonces fué quando D. Pedro dió mayores pruebas de valor y lealtad: sordo á las seducciones de los insurgentes, desconcertaba sus proyectos, y debilitaba sus fuerzas. En vano crecía su partido; en vano alguna vez lograban ventajas sobre el exército fiel: D. Pedro con los suyos frustraba sus ideas; y por último en la batalla que diéron á la vista de Olmedo, con harto buen suceso al principio, les arrebató de las manos la victoria, les deshizo, y aseguró en el trono á D. Henrique.
Muerto su padre, y puesto en posesión de su casa, la dió nuevo lustre con los servicios que continuamente hacia á la Corona, y con las mercedes que en recompensa recibia de la liberalidad del Rey. No era ambicioso: si esta pasión le hubiera dominado, ninguno en su tiempo tuvo iguales proporciones de satisfacerla. El título de Condestable de Castilla le pretendió sin afán; y si celebró el conseguirle, fue solo por creer que le facilitarla el descanso que ya deseaba. En efecto, obtenido, pensó en retirarse; pero ciertos resentimientos con el Duque de Náxera le metiéron en una guerra odiosa, que costó mucha sangre á las dos familias, y se lo estorbaron; y la muerte del Rey, que sobrevino, le empeñó de nuevo, y cambió sus miras.
Aunque los alborotos acaecidos en Castilla, de los que aun no se habian sosegado los ánimos, llamaron la atención de la Reyna Doña Isabel, sucesora en el cetro de D. Henrique, lo que mas cuidado dió á esta célebre Heroina fué la conquista del territorio Español que sufria el yugo Sarraceno: decidióse á ella, y conociendo el valor y pericia militar del Condestable, le volvió al teatro de su gloria. No habia olvidado el Condestable la sangre que le habian hecho perder los Moros de Granada, é insaciable de la suya, tuvo el gusto de verla correr copiosamente, y embotarse en ella muchas veces los filos de su espada. Por mas convencida que estuviese la Reyna de los grandes servicios de este varón ilustre, los que contraxo en esta ocasión fuéron tales, que le grangeáron mayores honras que las que hasta entonces habla recibido. Envióle con su gente y algun pequeño auxilio á contener la ambición de los Portugueses, que aspiraban á extender sus dominios en Castilla; y concluida con honor de sus armas esta empresa, le confió el Vireynato del Reyno junto con su cuñado el Almirante D. Alfonso Henrique, y después á él solo.
No ménos político que militar el Condestable, desempeñó este cargo como debía esperarse de su zelo; pero debilitada su salud con los trabajos continuos de la guerra, y la poca sobriedad de su vida, cayó en una languidez que le conduxo al sepulcro el 6 de Enero de 1492, á los sesenta y siete de su edad, estando en Búrgos. Dexó dos hijos y quatro hijas, y se mandó sepultar en la magnífica capilla que por dirección de su muger se había construido en la Catedral de dicha ciudad.
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Grabcondestable
Fue sexto Condestable de Castilla y segundo Conde de Haro. Además fue camarero mayor del rey Enrique IV, virrey y gobernador de Castilla, señor de Medina de Pomar, de Briviesca, de Villadiego, de Belorado, de Salas de los Infantes y su sierra y de los valles de Soba y Ruesga, entre otros lugares.
En 1473 Enrique IV le nombró Condestable de Castilla, título que desde entonces fue hereditario. Participó en las batallas de Gibraltar y Archidona. Tomó parte en la conquista de Granada y, según la tradición, al volver achacoso y maltrecho de la guerra, su mujer, para justificar los muchos gastos que había incurrido durante su ausencia, le dijo: «Ya tenedes señor palacio nuevo en que posar, bosque en que folgar, y capilla en que vos enterrar».
Descendencia
Casado con Mencía de Mendoza y Figueroa, hija de Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana y de Catalina de Figueroa, esta última hija del maestre de la orden de Santiago Lorenzo Suárez de Figueroa, tuvieron como hijos a:
Bernardino Fernández de Velasco y Mendoza, I duque de Frías;
Íñigo Fernández de Velasco y Mendoza quien sucedió a su hermano en el ducado;
Juan Fernández de Velasco, obispo de Cartagena, de Calahorra y de Palencia;
Isabel de Velasco, casada con Juan Alonso Pérez de Guzmán y de Ribera, III duque de Medina Sidonia;
Leonor de Velasco, mujer de Juan Téllez-Girón; y
María de Velasco, mujer de Juan Pacheco, marqués de Villena, y una vez viuda, de Beltrán de la Cueva, duque de Alburquerque.

miércoles, 14 de enero de 2015

S.O.M.M. DISCURSO DEL GRAN MAESTRE ANTE EL CUERPO DIPLOMÁTICO




El Gran Maestre de la Orden de Malta, Frey Matthew Festing, ha recibido hoy en la Villa Magistral del Aventino al cuerpo diplomático acreditado ante la Soberana Orden de Malta, para la audiencia de principios de Año Nuevo.


He aquí el discurso del Gran Maestre

Decano, Excelencias, Damas y Caballeros,
El nuevo año ha comenzado en las circunstancias más dramáticas y violentas. El más sangriento atentado terrorista después de la guerra en Francia, que ha provocado la muerte de 17 personas en París, representa una agresión brutal contra nuestros valores fundamentales, contra la libertad de expresión y la tolerancia.
Por otra parte, en Nigeria, lejos de la atención de los medios de comunicación, 2.000 personas han sido asesinadas en un atentado masivo perpetrado por las milicias de Boko Haram, el movimiento islamista que el año pasado secuestró a más de 250 niñas.
La Soberana Orden de Malta condena firmemente cualquier forma de violencia, física, psicológica y moral, y reafirma su sólido compromiso contra toda forma de intolerancia y violencia perpetrada en nombre de la religión.
Decano, Excelencias, Damas y Caballeros,
Es para mí un placer darles hoy la bienvenida a este tradicional intercambio de buenos deseos al inicio del Año Nuevo. Quisiera saludar especialmente a los embajadores que se han unido recientemente a nosotros con su inestimable labor. Gracias a todos por las felicitaciones y la alentadora apreciación hacia el trabajo de la Orden, que en su nombre me ha transmitido el Decano. Les puedo asegurar que mi agradecimiento no es meramente formal: en estos tiempos difíciles y a menudo dramáticos, el compromiso humanitario de la Orden de Malta nunca ha necesitado tanto apoyo, tanta participación y tanto aliento.
Ayudar a los que sufren es una tarea ardua; como herederos de los Hospitalarios, lo sabemos desde siempre. En la actualidad, el camino parece aún más empinado. En este mismo momento 50 millones de personas en todo el mundo huyen de guerras, persecuciones, pobreza y hambrunas. Una nación entera huye en Siria. La cuna de la cristiandad arde con guerras sectarias: las poblaciones viven bajo la amenaza constante de organizaciones extremistas, el tráfico de inmigrantes y seres humanos prospera día tras día. Es paradójico que esto ocurra en una época como la nuestra, consciente de las lecciones trágicas de las dos guerras mundiales, los genocidios y los totalitarismos. Debajo del barniz, ahora desgastado, de una supuesta paz “mundial” se desatan conflictos “locales” que cada vez más vienen acompañados por una violencia atroz, sin límites morales o convencionales, una violencia que no distingue entre soldados uniformados y civiles indefensos. Durante la Gran Guerra (se conmemora actualmente el centenario de su inicio) se produjo un holocausto de soldados. En las guerras regionales de hoy en día, en cambio, se sacrifican mujeres y niños. A pesar de la proclamación, hace tiempo, de los derechos fundamentales, el siglo XXI está empezando con una pendiente resbaladiza de nuevas barbaries indiscriminadas. Con métodos que parecen un retroceso a siglos pasados, los guerreros modernos de estas “guerras irregulares” golpean sin piedad a los más débiles. El combustible de su odio es, cada vez más a menudo, el fanatismo religioso, un ideal distorsionado que traiciona su fe original y actúa como anestésico sobre sus mentes y sus corazones. Nuestra época se ve trágicamente salpicada por una decadencia paulatina de la aplicación del derecho humanitario. El respeto de los principios de la ley está sometido a tensiones constantes. También lo vemos en el recurso a la respuesta militar que, lejos de disminuir la violencia, contribuye al creciente número de muertos civiles y a aumentar los efectos colaterales. Mientras se producen estas tragedias, en todo el mundo las sociedades desarrolladas están sumidas en lo que el Papa Francisco ha llamado “globalización de la indiferencia”. Nuestras almas están cómodamente adormecidas, y no oímos ni sentimos el dolor de nuestros semejantes en Oriente Medio o en África, en las costas mediterráneas o incluso más cerca, en la periferia de nuestras ciudades.
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Ésta es la situación a la que debe responder la Orden de Malta, el desafío perenne que está resumido en nuestro lema: tuitio fidei et obsequium pauperum. Nuestra respuesta a esto es, como siempre, doble: por un lado, firmeza extrema en exigir que se respete la dignidad de la persona, y por otro lado, flexibilidad extrema en adaptarnos a las circunstancias para acercarnos a los necesitados. Preservando siempre su identidad, la Orden nunca ha tenido miedo de cambiar. Como en tiempos pasados, los Caballeros siguen ejerciendo de médicos, enfermeros, trabajadores sociales y humanitarios. Evidentemente, los nuevos tratamientos e instrumentos han reemplazado a los antiguos, pero el objetivo sigue siendo el mismo.
La Orden de Malta preserva su visión espiritual, labrada por la tradición milenaria de fidelidad a la Iglesia de Roma. Este lazo mejora la eficacia de nuestra institución humanitaria basada en la fe, comparada con la de otras de naturaleza exclusivamente laica. La Orden se identifica plenamente con la invitación reciente del Papa Francisco a no temer “ensuciarnos las manos” con la fragilidad de nuestro prójimo en los rincones olvidados de nuestro mundo. En este año que acaba de terminar hemos firmado un acuerdo con la Santa Sede y el santuario italiano de Pompeya para organizar un nuevo comedor social en este lugar de devoción mariana. El vínculo especial con la Cátedra de San Pedro se ha visto recientemente confirmado con el nombramiento de un nuevo Cardenal Patrono, en la persona del cardenal Raymond Leo Burke. Aprovecho esta oportunidad para transmitir al Cardenal Patrono el respeto y la admiración que ya expresamos cuando asumió ese alto cargo, y también para repetir nuestro agradecimiento a su predecesor, el cardenal Paolo Sardi, por los cinco años de encomiable trabajo.
Nuestra soberanía es la garantía de la autoridad y la autonomía necesaria para llevar a cabo nuestro trabajo. A nivel mundial, nuestro papel es el de una “institución humanitaria” que existe y actúa con el fin de dar una voz a los pobres y los marginados, sin agendas ocultas o intereses políticos y económicos. Nuestra arraigada imparcialidad acredita nuestras intenciones, y la confianza que inspira es una garantía para nuestras iniciativas, muy apreciadas. La red de relaciones bilaterales que ustedes y nuestros embajadores en más de 100 países construyen juntos año a año es un apoyo inestimable, y hace que nuestra ayuda sea más eficaz.
En 2014, la política exterior de la Orden de Malta ha producido importantes resultados, como por ejemplo los acuerdos de cooperación firmados con el gobierno palestino, la República Checa y con la Organización Internacional de la Francofonía. Las relaciones diplomáticas también han permitido mejorar las instalaciones sanitarias en Camerún, en especial las destinadas a madres y bebés, y desarrollar acuerdos de cooperación destinados a sostener clínicas locales en El Salvador. Especialmente significativa, también por tratarse de un país con un vínculo antiguo y particular con la Orden, es la renovación de la colaboración entre la Orden de Malta y el Ministerio italiano de Defensa, que cubre la intervención del cuerpo militar de la asociación italiana en el ámbito de la ayuda de primeros auxilios, en desastres naturales y emergencias. Esta tradición ya larga se inició justo después de la Unificación italiana, y se ha confirmado sin falta desde entonces.
En 120 países de los 5 continentes, la red de la Orden de Malta se pone a prueba a través de nuestros 59 Prioratos y Asociaciones nacionales, nuestros 33 cuerpos de ayuda, nuestra organización de ayuda internacional Malteser International y nuestros miles de miembros, médicos y voluntarios.
Están los ancianos, los discapacitados físicos y mentales, los pobres, los leprosos, los niños abandonados, las madres solteras… describir con detalle nuestras operaciones, tan extensas como el universo del sufrimiento humano, sería imposible en tan corto tiempo.   Citaré únicamente algunos ejemplos significativos, empezando por los que implican la mayor emergencia humanitaria de nuestro tiempo: la inmigración es, sin duda, una de las pruebas más exigentes que existen. Junto a la comunidad internacional, aplicamos estrategias para afrontar el fenómeno de “un mundo desplazándose”; nuestra acción también se concentra en las necesidades de las personas y las poblaciones implicadas, para las cuales la Orden intenta en la medida de lo posible restaurar la salud, la dignidad y la fe en el mañana.
Los desplazados de Irak son inmigrantes que huyen del Estado Islámico, los militantes jihadistas que, en dos años, han destruido siglos de coexistencia multicultural y pacífica. En el Kurdistán iraquí, la Orden está presente con material y personal en clínicas móviles gestionadas por Malteser International y socios locales. En Turquía, adonde desde 2011 han llegado más de 1.700.000 refugiados sirios, la Orden dirige un hospital de campo con médicos especialistas y psicólogos, en colaboración activa con las asociaciones de ayuda musulmanas.
A nuestros 30 años de presencia en Líbano se han añadido centros de asistencia y personal especializado, en un país donde cerca de un tercio de la población corresponde actualmente a refugiados.
Inmigrantes son también esos miles de personas desesperadas que ponen sus vidas en manos de traficantes de seres humanos despiadados cuando se embarcan en pateras para el “viaje de la esperanza” en el Mediterráneo. Las cifras hablan por sí mismas: más de 130.000 personas llegadas a las costas italianas en 2014, y un 700% más de niños que el año anterior. Asistidos por nuestros médicos, continúan sus vidas, pero muchas otras se extinguen antes de llegar a tierra. En la isla italiana de Lampedusa, y en los barcos patrulla que se encargan de los rescates en alta mar, el personal especializado del cuerpo de ayuda italiano de la Orden de Malta trabaja 24 horas al día. La operación Mare Nostrum ha sido ahora sustituida por la iniciativa europea Triton. Las modalidades de intervención pueden cambiar, pero no lo hará nuestra presencia y nuestra dedicación. Finalmente, nuestros programas médicos, sociales y lingüísticos en Francia, Bélgica, Alemania, España e Italia suponen una gran contribución para los inmigrantes que llegan a Europa con la esperanza de una vida mejor. Las asociaciones de la Orden de Malta ofrecen asistencia a personas sin estatuto jurídico, ayudándoles con las solicitudes de asilo y en los procedimientos administrativos. El apoyo que se ofrece no se limita a la asistencia inmediata, un refugio y una comida caliente; se trata de facilitar su integración en la sociedad y permitirles convertirse en ciudadanos activos del país en el que viven y trabajan. Desde la caída del muro de Berlín en 1989, nuestra Asociación alemana, por ejemplo, ha asistido y ayudado a solicitantes de asilo, refugiados e inmigrantes, y ha acompañado a más de un millón y medio de personas de más de 70 países en las instalaciones para pacientes hospitalizados, en nombre de los Lander y los municipios alemanes.
También necesitan una patria segura los miles de personas que padecen el conflicto de la Franja de Gaza, parte de la zona de Oriente Medio donde nuestro Hospital de la Sagrada Familia en Belén es, desde hace décadas, un punto de referencia para la atención materno infantil. Este refugio de paz en una tierra convulsa está ampliando sus actividades y programas, ofreciendo ahora asistencia a las mujeres de los pueblos circundantes. Rodeados de imágenes de guerra y destrucción en la cuna del cristianismo, los médicos de la Orden siguen tozudamente trayendo nuevas vidas al mundo: nuevas esperanzas.
Igualmente luchamos contra otras “plagas”, empezando con el nuevo brote de Ébola que ha provocado más de 8.000 muertes en África occidental. Luchamos contra esta plaga enviando fármacos y material a Liberia, donde llevamos años comprometidos, y a Guinea Conakry, donde Ordre de Malte France gestiona clínicas, programas de diagnóstico temprano y campañas de sensibilización. Junto a ellos, en todo África, muchos otros especialistas que visten la cruz octogonal llevan años luchando contra enemigos invisibles como la malaria, la tuberculosis o el VIH/Sida. Este compromiso, que también es social, queda patente en los programas de asistencia a jóvenes huérfanos de padres seropositivos en Sudáfrica. El principal obstáculo a nuestro trabajo es la inestabilidad de muchos países. Por ello, África central es ahora uno de nuestros retos más importantes. En la República Democrática del Congo ofrecemos asistencia psicológica a las víctimas de violaciones; en Sudán del Sur, nuestro nuevo Centro de formación sanitaria Rumbek está formando a una nueva generación de profesionales sanitarios cualificados, muy necesarios. Esta labor se desarrolla en un escenario de conflictos armados que siguen devastando ambos Estados, forzando a casi un millón y medio de personas a huir a la vecina Uganda. Para estas personas sin recursos, el campo de refugiados de Rhino, en el norte del país, es como un faro en la noche. Allí Malteser International reparte comida y semillas a los sin techo, renueva las instalaciones hídricas y mejora las condiciones de higiene.
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No sólo es necesario tener en cuenta el presente: después de las operaciones de primeros auxilios, a menudo queda el problema de la reconstrucción social y material. Por ello nuestro proceder operativo consiste en quedarnos en las zonas una vez pasada la emergencia, incluso cuando ya se han apagado los focos de los medios de comunicación internacionales. Hemos consolidado este modus operandi en el Sureste Asiático, destruido por el tsunami de 2004, donde recientemente hemos terminado nuestras intervenciones de purificación de las aguas, nuestros programas de formación para agricultores y nuestros proyectos de microcréditos. En Haití, exactamente cinco años después del seísmo que asoló la isla, seguimos con nuestros programas de alfabetización, asistencia familiar y prevención de epidemias. También en Samar y las otras islas del archipiélago de Filipinas, donde hace un año el tifón Haiyan causó dolor y muerte lejos del clamor de los medios de comunicación, seguimos repartiendo fármacos y ropa, reconstruyendo edificios y desarrollando iniciativas para mejorar los ingresos familiares.
La historia es la misma en las áridas sabanas o en los densos bosques subecuatoriales, o en los rincones más recónditos de la marginación urbana, el “residuo de producción” de las ciudades del mundo industrializado. En Alemania, Francia, Reino Unido, Bélgica, pero también en Europa del Este, Sudamérica… allí y en muchos otros lugares, los que sufren en soledad y los abandonados encuentran el apoyo de las sonrisas de nuestros voluntarios, que trabajan en los comedores sociales, reparten fármacos y mantas a los sin techo y atienden a los ancianos que viven solos.
Excelencias,
Estos breves comentarios, que quería exponerles con ocasión de nuestra reunión, no hacen justicia a los hechos reales. No me refiero a lo que hacemos, sino a lo mucho que queda aún por hacer. Una humanidad marginada y angustiada nos obliga a todos a plantearnos las elecciones que definirán nuestro futuro: Norte y Sur, primero y último, bienestar y miseria, y en medio, el futuro que seremos capaces de construir.
Frente a la dimensión del desafío y la insuficiencia de nuestros instrumentos, viene a la mente la advertencia de Jesucristo: “Es abundante la cosecha pero son pocos los obreros” (Lucas, 10:2). Con una firme convicción, la Orden de Malta repite aquí con ustedes el compromiso de poner de su parte, movilizar todo su potencial y atender específicamente a la generación más joven, una promesa de nueva vida para el mundo y también para nuestra tradicional labor. Ya hemos emprendido este camino con iniciativas como el proyecto Caravan para los discapacitados en Líbano, que implica cada año a jóvenes voluntarios europeos, y con las decisiones finales de nuestro Seminario Estratégico de Rodas, que en los próximos diez años nos harán adoptar estrategias para implicar a un mayor número de jóvenes en la vida de la Orden. Sin reservas o prejuicios personales, intentamos atraer a “nuevos reclutas” para que, con su entusiasmo y su voluntad de compromiso incesante para con el prójimo, escriban un nuevo y productivo capítulo en nuestra larga historia.
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Y es justamente nuestra historia la que nos recuerda, una vez más, que nuestra acción no reposa únicamente en las manos y los corazones de nuestros generosos voluntarios. Además de los recursos personales contamos con recursos institucionales – prerrogativa jurídica de la Orden – que nos permiten trenzar nuevos vínculos entre gobiernos y entre culturas, en nombre del interés superior del desarrollo humano. El muy reciente y bienvenido establecimiento de relaciones diplomáticas con Sudán del Sur demuestra lo que una diplomacia sincera puede llegar a crear, si se orienta hacia las personas y no contra ellas. A este respecto quisiera tenderles la mano, a ustedes profesionales de la diplomacia y nuestros interlocutores privilegiados, para que nos ayuden a ayudar, y para que podamos repetir en las zonas abandonadas del mundo lo que las antiguas crónicas de la Orden cuentan sobre el hospital creado en Jerusalén por nuestro fundador, el Beato Gerardo: “se ayuda y se alimenta a los pobres, se trata a los enfermos, se administran los sacramentos, se refresca a los peregrinos y los afligidos, se enseña a los analfabetos, se redime a los presos”.
Con estos sentimientos quisiera transmitirles, a ustedes y sus familias y a las naciones que representan, mis mejores deseos para 2015, que sea un año activo y enriquecedor en gracia espiritual.
Frey Matthew Festing

Roma, 13/01/2015
Web oficial

La muestra sobre Carlos Amigo acerca a Sevilla la vida del arzobispo emérito en Medina de Rioseco










La exposición titulada 'El menor hijo de San Francisco. Fray 
Carlos Amigo' 
acercará hasta el 2 de febrero en Sevilla aspectos relacionados 
con la vida de su cardenal y arzobispo emérito, natural de la ciudad de 
Medina de Rioseco. La muestra permanecerá instalada en el Patio 
de Exposiciones del Ayuntamiento y fue inaugurada por los 
alcaldes sevillano, Juan Ignacio Zoido, y el riosecano, 
Artemio Domínguez, respectivamente, contando con la presencia 
del propio monseñor Amigo.
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En el turno de intervenciones, los dos primeros ediles 
de Sevilla y Medina de Rioseco se felicitaron de la 
oportunidad que representaba esta exposición para 
conocer la obra y la vida de Fray Carlos, muy 
apreciado en ambas ciudades. El alcalde Sevilla 
destacó la estancia de Carlos Amigo al frente de la 
diócesis sevillana por su apego y entendimiento con
 las cofradías y su interés por los más necesitados.
Domínguez agradeció a todas la entidades y
 asociaciones su colaboración para que la 
exposición saliese adelante y a monseñor Amigo su 
presencia y predisposición con su ciudad natal, 
Medina de Rioseco, a la hora de representar un nexo 
de unión del presente y del futuro entre la localidad 
vallisoletana y la ciudad de Hispalis. Además, 
enmarco su presencia y la de la muestra inauguarda
 hoy como una oportunidad para seguir promocionando 
los recursos turísticos y patrimoniales medinenses, 
que quedan bien expuestos en algunas de las obras 
que completan la exposición.
Por su parte, el cardenal y arzobispo emérito de 
Sevilla, Carlos Amigo, agradeció las atenciones 
dispensadas por el Ayuntamiento e hizo referencia 
a su larga estancia en la ciudad en tareas 
arzobispales. 
«Sevillanos y riosecanos: vosotros sí que sois de
exposición”, dijo en el transcurso de su intervención,
 y definió a la capital andaluza “no como la ciudad 
sino como la gente con la que vivi».
Carlos Amigo cumplió 80 años el pasado mes de 
agosto, lo cual fue el motivo en Medina de Rioseco 
para la organización de una serie de actividades 
entre las que destacó la instalación en la iglesia de 
Santa María de la exposición 'El menor hijo de 
San Francisco. Fray Carlos Amigo'. Luego fue solicitada
 por la Orden de San Clemente y San Fernando -de 
la que el cardenal es Gran Maestre Emérito- hecho
 por el que ha viajado a Sevilla para su instalación
 en el Patio de Exposiciones del Ayuntamiento.
Cerca de 500 fotografías hacen un recorrido por la 
vida de Carlos Amigo Vallejo con paneles que se 
inician con su partida de bautismo en Medina de 
Rioseco para seguir con otros que se centran en
 su familia, su infancia y educación, la vocación 
franciscana, su ordenación episcopal o el arzobispado
 de Tánger.
Presencia
Destacan asimismo en la muestra los objetos personales 
del cardenal riosecano, como un Cristo crucificado 
realizado en marfil o un cuadro de la Virgen de 
Castilviejo, que posee en su dormitorio. También 
están expuestas las bulas papales de sus nombramientos 
como arzobispo de Tánger y Sevilla y como cardenal, 

además de los diferentes hábitos que ha vestido a lo 
largo de su vida, desde los de monaguillo y franciscano 
hasta el de cardenal, pasando por los de sacerdote y arzobispo.            
Además se resume su constante presencia de
 Rioseco, el cariño a las clarisas riosecanas y sevillanas,
 la Semana Santa riosecana, su relación con papas,
 reyes y príncipes, el arzobispado de Sevilla, sor Ángela 
de la Cruz o su nombramiento como cardenal.
 La trayectoria eclesiástica también se puede seguir 
por un buen número de recortes de periódico que
 forman parte de una exposición en la que está presentes 
la Virgen de Castilviejo, patrona de Medina de Rioseco 
(copia de la original realizada para el oratorio 
particular de monseñor Amigo en el palacio arzobispal de Sevilla).
En este sentido, destacan la cruz pectoral, regalo del 
papa Pablo VI; el anillo de la ordenación episcopal, 
regalo para esa ocasión de su padre, José Amigo, 
que a su vez su madre, Consuelo Vallejo, había regalado 
a su padre en la petición de mano; o el anillo de su 
nombramiento como cardenal. En la muestra figuran 
igualmente innumerables distinciones que monseñor
 Amigo ha recibido como los títulos de Hijo Predilecto 
de Andalucía; el Adoptivo de la ciudad de Sevilla; el 
Predilecto de Rioseco; el de Gran Prior de la Orden de 
Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén; el de 
Gran Maestre de la Orden de San Clemente y San 
Fernando o la Medalla de Oro de la Virgen de los 
Reyes, entre otros muchos reconocimientos.
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Piezas destacadas
A diferencia de Rioseco, en Sevilla la muestra cuenta con 
el interés de mostrar piezas de gran valor artístico cuya
 presencia viene justificada por la relación del cardenal 
Amigo con Sevilla y con Rioseco. Por ello, a la capital 
hispalense han viajado la talla procesional de Jesús Atado
 a la Columna (siglo XVII), a cuya hermandad pertenece 
desde niño fray Carlos Amigo, así como una escultura de
 San Francisco de Asís, del escultor riosecano Tomás de 
Sierra (siglo XVIII), fiel reflejo de su condición franciscana.
Asimismo figuran tres marfiles hispano filipino (un niño
 Jesús, una Virgen del Rosario y una arqueta ceilandesa),     

 donados por el que fuera arzobispo de Sevilla en el siglo XVII, 
el también riosecano Antonio Paino. Además, se mostrarán
 piezas que no se habían expuesto en Medina como el 

sillón episcopal, que fue realizado por los 
Hermanos Caballero, 
afamados ebanistas sevillanos, autores de pasos 
de Semana Santa.Se trata de un regalo que el 
Instituto de Hermanos Franciscanos de Cruz 
Blanca realizaron a monseñor Amigo
 con motivo de la celebración de sus XXV años de Pontificado 
en Sevilla (2007).
En este sillón se se pueden distinguir las torres de las 
catedrales de las ciudades en las que Carlos Amigo ha sido arzobispo, 
Tánger y Sevilla (la Giralda), y la torre de 
la iglesia de Santa Maria de Medina de Rioseco, como 
templo en el que fue bautizado. También se expone una
 toalla que fue utilizada por san Juan Pablo II en su visita 
a Sevilla en 1993 o un bello Nacimiento de siglo XVII que 
las hermanas clarisas del Convento Sevillano de Santa 
María de Jesús regalaron a monseñor Amigo.
La ciudad de Medina Rioseco también está presente en la 

exposición por medio de un buen número de fotografías en 
las que se aprecia su importante patrimonio histórico 
artístico. La muestra se podrá visitar hasta el 2 de febrero 
en horario de lunes a viernes, de 10 a 13.30 y 17 a 20 horas, 
y los sábados 10 a 13.30 horas. La llegada de la exposición 
'El menor hijo de San Francisco. Fray Carlos Amigo' 
pretende ser un motivo de promoción turística y cultural de 

Medina de Rioseco en Sevilla. De esta forma, 
se llevará a cabo mañana 13 de enero, 
a las 18 horas, una presentación 
de los lazos de unión entre la ciudad riosecana y la
 hispalense en un acto que el director del Museo de 
San Francisco, Miguel García Marbán, llevará a 
cabo en el salón del almirante del Real Alcázar sevillano.
(Diario "El Norte de Castilla")